nunca había apreciado una luna tan grande que dejaba ver tan
claramente cada cráter en ella, la miraba perdido, olvidado de todo sentido
moral, pensaba sobre el porvenir, creando ideales que quizá en un
insignificante segundo se perderían, sin oportunidad de profundizar su existir.
¿Cuanto mal se ha provocado y cuanto se ha revertido? Dejó en su rastro un pensamiento fallido.
me encuentro aquí,
sentado en a la orilla de la cama, fumando un cigarrillo forjado horas atrás,
creyendo sentirme un tanto tranquilo, con la esperanza vana de cambiar, de
tomar el control recuperando cada sentido superficial, y todo ese pensamiento
se disuelve, se dispersa por la habitación; me animo entonces a voltear así ti,
y siento desear apoderarme nuevamente de tu piel, de besarte, tomarte entre mis
brazos y apretarte tan fuerte creyendo que alguna esencia pueda mezclarse y así,
unirnos intensa y fogosamente, pero me desanimo y me levanto hacia la ventana
abierta, hipnotizado quizá por aquella luna, esa luz que me alumbra, la misma
que me deja ver tu piel desnuda, natural, suave y tentadora.
acaso soy yo quien
se sirve de despojos o eres tú quien no está dispuesto a ceder ni un ápice en
sus pretensiones, a menos, claro, de que el día en que el atardecer se acerca
melancólicamente la ciudad, alimentando tus delirios, va creciendo
sucesivamente las ganas entre tus dedos, y vienen a embarrarme del veneno que
provoca nuevamente, tenderme rendido a las ordenes de tu placer.
a la lejanía se va
aclarando el cielo, y en mi entorno la frialdad toma fuerza, cierro entonces la
ventana y volteo hacia allá, donde tu cuerpo conserva un calor nocturno, donde
el espacio que es el mio, está vació. Me limito a solo dos opciones, acercarme
a tomar mis cosas y salir desapareciendo sin rastro de ahí, o volver con los
ojos hinchados, recostarme a tu lado e intentar penetrarme entre tus sueños
lucidos y guajiros, menos que los míos,
que viven llenos de ansiedad, buscando una solución a esta indiferencia mutua.
apenas cerca del filo
de la cama, tu mano me toma, me jala hacia ti, y la otra suavemente me ínsita a
introducirme entre tu cuerpo y las sabanas, lo hago, dejando fluir la emoción
inesperada, mientras apoyo mi rostro en
tu hombro, tus labios besan sutilmente mi frente, tus brazos aprietan con
fuerza y un suspiro alcanzo a escuchar en el momento que se viene a mi mente
un nuevo pensamiento que me hace
desequilibrar mis deseos, me he vuelto tan fuerte y resistente a tus caprichos,
que puedo complacerte sin siquiera pronunciar un juicio o es acaso, que me he
vuelto tan débil y vulnerable, prefiriendo cruzar un lodo de diferencias tan
notorias, con la intención de rescatar por mínima que sea, un ápice del amor
que algún momento fue el núcleo de lo que somos hoy.