Solo la almohada, las sabanas o algún rincón
escondido de la habitación sabe perfectamente lo que eres o fuiste para mi ser,
así como también sabe lo que fue sentirte y rozar tu piel; abrazarte de noche,
despertar a tu lado, enredarme en tu costado, mezclarme a tu calor, tu respiración
o lo que fue besar tus labios, entregarme de corazón al tacto de tus dedos o
los parpadeos de tus ojos, sentirme amado, sentirme justamente completo e
ilusionado.
hablar de ti es decir sin titubeos
sobre las experiencias inimaginables, las sensaciones fascinantes, latidos
descontrolados, respiraciones aceleradas, excitación en desvelos; mundos
recreados, recuerdos sagrados, instantes irrepetibles que luchaban contra el
tiempo, momentos en los que la vida se paraba, y varada en nuestra verdad; cada
noche nos venía a entregar oportunidades de inundarnos en sus aguas de
serenidad, así como intensa se volvió fugaz.
Como a la primer frase, me quedó
callado y volviéndose todo complicado, me negó a decir lo bueno y lo malo,
esquivando comentarios, sepultando a prisa lo que ha sido el pasado, para
terminar mintiéndome al hacerme sentir tan solo un poco más fuerte, creyendo
haber avanzado, y llega a mi mete, la razón, que así como te volviste tú de
hiriente, penetra en mis ideas, haciéndome reconocer que nada ha sanado.
que hablar de ti es abrir el cajón y
dejar salir los demonios que las últimas semanas me han torturado, volver a
sufrir los errores que se han ocasionado, volver a abrir las heridas que apenas
iban cicatrizando, para terminar dentro de mi, desmotivado, reteniendo
suspiros, conteniendo aguas entre temblorosos parpados, sentir el crujido de la
voz o perder el sonido, como aquel último adiós; desequilibrarme por dentro y
hacerlo evidente en el resto, de este inútil cuerpo que se va desvaneciendo en
silencio, en secretos, entre tantos miedos.
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