el estruendo quedo resonando
dentro de sus oídos, acelerando sus latidos, debilitando su cuerpo, con
síntomas en desfallecer, sintió como el corazón se le oprimía por dentro;
soltando un grito ahogado dentro de sus entrañas.
el tiempo pareció detenerse en
cuanto aquel dedo oprimió con furia el gatillo, expulsando la bala que
atravesaría el cráneo de aquel asqueroso ser humano.
el primer paso que se escuchó al
final del pasillo trozo por completo el
silencio sordo que empaño al ambiente; él reconoció afligido que su
momento había llegado, cada pasó, cada pisada, hacían un hueco dentro de su
pecho, provocando estrujar el estómago, un miedo intenso, impotencia total.
Venían remordimientos, seguidos de miedos, arrastrando perdones; mientras los
sonidos eran más claros, más firmes.
aquellos pies se detuvieron al
filo de la puerta, la perilla dio vuelta, y la luz del exterior fue llenando
aquella habitación pestilente, dando lugar a un tenebroso resplandor; una
silueta se posaba en medio del marco, Fatal en pánico obtuvo un desplome,
paralizado, la negrura que cubría ese cuerpo fue aclarándose dentro de sus
ojos, para reconocer el rostro de su asesino.
Vio en sus pupilas un color verde
pardo, para después reconocer aquel rostro blanco, sí, aquella cara no podría ser olvidada.
- - sabía que seguirías aquí, no tenemos tiempo, sígueme.
Salieron corriendo por el pasillo que
conectaba a una amplia sala donde solo había muebles viejos, rotos, tapizados
por una gruesa capa de polvo, botellas rotas, desperdicios de comida esparcidos
por todo el suelo, una caja blanca sobre la mesa con dos balas, la tomaron y
continuaron su huida, al salir por la puerta principal, en lejanía por el
camino enterregado, el polvo se levantaba al rastro de una camioneta que a toda
velocidad se aproximaba, rodearon el lugar, bajaron en picada entre arbustos en
dirección al río, entre tropezones, desgarres de plantas, caídas, y
desesperación, cruzaron a nado las aguas cristalinas; el esfuerzo se agotaba,
la respiración se pausaba y al tocar tierra, Fatal se tumbó al suelo desmayado.
Se acercaron a toda prisa tres
personas que los esperaban, lo cargaron y subieron a la camioneta por la puerta
trasera; se encendió el motor mientras intentaban despertarlo. Dejando atrás al
Jefe, que furioso encontró en el patio, a uno de sus hombres, con un gran hueco
en el cráneo, sangre esparcida por el rostro, cuello y suelo, huellas que se
separaban una de otra, unas de suela que figuraban ser botas, y las otras de
pies descalzos, pero ambas se perdían entre la tierra a unos metros del cuerpo
tirado.
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